lunes, 10 de diciembre de 2012

¿Opresivo y gris? NO, crecer en el comunismo fue la época más feliz de mi vida



¿Opresivo y gris? NO, crecer en el comunismo fue la época más feliz de mi vida


Artículo de opinión de Zsuzsanna Clark, que creció en Hungría Socialista durante las décadas de los 70 y los 80, y posteriormente en Gran Bretaña. Narra sus vivencias y realiza interesantes reflexiones que asombrarán a más de un despistado.



EXTRAÍDO DE BOLTXE










Por Zsuzsanna Clark. Publicado en Dailymail. Traducido por Pravda Estado Español.


Cuando la gente me pregunta cómo era crecer detrás del telón de acero en Hungría en los años setenta y ochenta, la mayoría espera escuchar cuentos de policía secreta, las colas de pan y otras declaraciones desagradables sobre la vida en un estado de partido único.

Ellos quedan siempre decepcionados cuando les explico que la realidad era muy diferente, y Hungría comunista, lejos de ser el infierno en la tierra, era en realidad, más bien un lugar divertido para vivir. Los comunistas proporcionaban a todos con trabajo garantizado, buena educación y atención médica gratuita.

Pero quizá lo mejor de todo fue la sensación primordial de la camaradería, el espíritu que falta en mi adoptada Gran Bretaña y, de igual forma, cada vez que voy de regreso a la Hungría actual.

Yo nací en una familia de clase trabajadora en Esztergom, una ciudad en el norte de Hungría, en 1968. Mi madre, Juliana, vino del este del país, la parte más pobre. Nacida en 1939, tuvo una infancia dura. Dejó la escuela a los 11 años y se fue directamente a trabajar en los campos. Ella recuerda haber tenido que levantarse a las 4 am para caminar cinco kilómetros para comprar una hogaza de pan. De niña, ella tenía tanta hambre que a menudo esperaban junto a la gallina hasta que pusiera un huevo. Entonces lo abría y se tragaba cruda la yema y la clara.

[…] Una de las mejores cosas fue la manera en que las oportunidades de ocio y vacaciones se abrieron a todos. Antes de la Segunda Guerra Mundial, las vacaciones estaban reservadas para las clases altas y medias. En los inmediatos años de la posguerra también, la mayoría de los húngaros estaban trabajando muy duro para reconstruir el país, las vacaciones estaban fuera de cuestión.

En los años sesenta, como en muchos otros aspectos de la vida, las cosas cambiaron para mejor. A finales de la década, casi todo el mundo podía permitirse el lujo de marcharse, gracias a la red de subsidios a sindicatos, empresas y cooperativas de centros vacacionales.

Mis padres trabajaban en Dorog, un pueblo cercano, por Hungaroton, una compañía discográfica de propiedad estatal, así que nos quedamos en el campamento de vacaciones de la fábrica en el lago Balaton, ‘El mar húngaro’. El campamento era similar a la especie de colonias de vacaciones de moda en Gran Bretaña de la época, la única diferencia es que los huéspedes tuvieron que hacer su propio entretenimiento por las noches.

Algunos de mis primeros recuerdos de la vida en el hogar son los animales que mis padres mantenían en la parcela. La cría de animales era algo que la mayoría de la gente hizo, así como el cultivo de hortalizas. Fuera de Budapest y las grandes ciudades, nosotros éramos una nación de “Tom y Barbara Goods”. (Nota de Pravda: Comparación anglosajona basada en una famosa sitcom de la BBC de los años 70, “The Good Life”, en la que la familia es autosuficiente)

Mis padres tenían alrededor de 50 pollos, cerdos, conejos, patos, palomas y gansos. Hemos mantenido los animales no sólo para alimentar a nuestra familia, sino también para vender la carne a nuestros amigos. Se utilizaron las plumas de ganso para almohadas y edredones.

El gobierno entendió el valor de la educación y la cultura. Antes de la llegada del comunismo, las oportunidades para los hijos de los campesinos y la clase obrera urbana, como yo, para ascender en la escala educativa eran limitadas. Todo eso cambió después de la guerra. […] Yo amaba mis días escolares, y en particular mi membresía en los Pioneros – un movimiento común para todos los países comunistas.

Muchos en Occidente creyeron que era un burdo intento de adoctrinar a los jóvenes con la ideología comunista, pero siendo pioneros nos enseñaron habilidades valiosas para la vida tales como la creación de amistades y la importancia de trabajar para el beneficio de la comunidad. “Juntos uno para el otro” era nuestro lema, y así fue como se nos animaba a pensar.

Como pionero, si obtenías buenos resultados en tus estudios, en el trabajo comunal o en competiciones escolares, podías ser premiado con un viaje a un campamento de verano. Yo iba todos los años porque participaba en casi todas las actividades de la escuela: competiciones, gimnasia, atletismo, coro, fotografía, literatura y biblioteca.

En nuestra última noche en el campamento de Pioneros cantábamos canciones alrededor de la hoguera, como el himno Pionero: ‘Mint a mokus fenn a fan, az uttoro oly vidam‘ (“Somos tan felices como una ardilla en un árbol”), y otros canciones tradicionales. Nuestros sentimientos siempre fueron mezclados: tristeza ante la perspectiva de irnos, pero contentos ante la idea de ver a nuestras familias.

Hoy en día, incluso los que no se consideran comunistas miran hacia atrás en sus días de pioneros con mucho cariño.

[…] La Cultura se consideró como extremadamente importante por el gobierno. Los comunistas no quieren restringir las cosas buenas de la vida para las clases altas y medias – lo mejor de la música, la literatura y la danza eran para el disfrute de todos. Esto significó subvenciones generosas para las instituciones, incluyendo orquestas, óperas, teatros y cines. Los precios de las entradas estaban subvencionados por el Estado, por lo que las visitas a la ópera y el teatro eran asequibles.

Se abrieron ‘Casas de la Cultura’ en cada pueblo y ciudad, también provinciales, para que la clase trabajadora, como mis padres, pudieran tener fácil acceso a las artes escénicas, así como a los mejores intérpretes.

La programación en la televisión húngara reflejaba la prioridad del régimen para llevar la cultura a las masas, sin estupidización. Cuando yo era adolescente, la noche del sábado en prime time por lo general significaba ver una aventura de Julio Verne, un recital de poesía, un espectáculo de variedades, una obra de teatro en vivo, o una sencilla película de Bud Spencer.

[…] Como la mayoría de la gente en la era comunista, mi padre no estaba obsesionado con el dinero. Como mecánico él se encargó de cobrar a la gente con justicia. Una vez vi un coche averiado con el capó abierto – un espectáculo que siempre levantó su corazón. Pertenecía a un turista de Alemania Occidental. Mi padre arregló el coche pero se negó a cobrarle, incluso con una botella de cerveza. Para él era natural que a nadie se le ocurriera aceptar dinero por ayudar a alguien en apuros.

Cuando el comunismo en Hungría terminó en 1989, no sólo fui sorprendida, también estaba entristecida, al igual que muchos otros. Sí, había gente marchando en contra del gobierno, pero la mayoría de la gente común – yo y mi familia incluida – no participó en las protestas.

Nuestra voz – la voz de aquellos cuyas vidas fueron mejoradas por el comunismo – rara vez se escucha cuando se trata de discusiones sobre cómo era la vida detrás del Telón de Acero. En cambio, los relatos que se escuchan en el Occidente son casi siempre desde la perspectiva de emigrantes ricos o los disidentes anti-comunistas con un interés personal.

El comunismo en Hungría tuvo su lado negativo. Si bien los viajes a otros países socialistas no tenían ninguna restricción, viajar hacia el oeste era problemático y sólo estaba permitido cada dos años. Pocos húngaros (me incluyo) disfrutaron de las clases de ruso obligatorias.
Veinte años después, la mayor parte de estos logros han sido destruidos.

Las personas ya no tienen estabilidad en el empleo. La pobreza y la delincuencia van en aumento. Personas de clase trabajadora ya no pueden permitirse el lujo de ir a la ópera o el teatro. Al igual que en restricciones menores y capas innecesarias de burocracia y la libertad para criticar al gobierno estaba limitada. Sin embargo, a pesar de esto, creo que, en su conjunto, los aspectos positivos superan a los negativos.

Gran Bretaña, la televisión ha atontado en un grado preocupante – irónicamente, nunca hemos tenido Gran Hermano bajo el comunismo, pero lo tenemos hoy. Y lo más triste de todo, el espíritu de camaradería que una vez se disfrutó casi ha desaparecido.

En las últimas dos décadas es posible que hayamos ganado los centros comerciales, la ‘democracia’ multipartidista, los teléfonos móviles e Internet.

 Pero hemos perdido mucho más.

viernes, 7 de diciembre de 2012

La guerra sin sentido

La guerra sin sentido


¿Tiene sentido enfrentar al capitalismo? ¿Tiene sentido luchar por el Socialismo,  es una necedad de trasnochados del siglo pasado?


                         Escrito por ungranodemaiz.blogspot.com





¿Tiene sentido enfrentar al capitalismo? ¿Tiene sentido luchar por el Socialismo, o es una necedad de trasnochados del siglo pasado? Lo que se impone hoy, ¿es una reconciliación entre explotados y explotadores?, ¿una colaboración de clases?, ¿una tripartita como las de antaño?¿El capitalismo dejó de ser malo? ¿Se puede convivir con él? ¿No hay problemas en el ambiente? ¿La naturaleza sigue allí sin ningún daño? ¿La miseria cae del cielo, no es culpa de nadie? ¿Será mejor acomodarnos al mundo sin importar que sea infame, y llamar a eso integración o polo?.

¿Los que plantean reconciliación, cuáles respuestas tendrán a estas interrogantes? ¿Con qué cara dirán que todo el esfuerzo en sangre, sudor y lágrimas por cambiar al mundo fue en vano, que no era necesario, ahora que descubrimos que todos, explotadores y explotados, somos lo mismo? ¿Qué harán cuando la miseria toque a sus puertas?, ¿la llamarán delincuencia o terrorismo? Cuando los motines quemen sus negocios, cuando la pobreza los aplaste en sus palacetes, cuando el ambiente no acepte más a esta especie forajida, ¿dónde se meterán?, ¿cómo justificarán la claudicación?, ¿inventarán una crisis?, ¿dirán que sólo la reconciliación la soluciona? Se olvidan de que las crisis son revolucionarias y que capitalismo no construye Socialismo.

La pretendida conciliación, la reconciliación, sólo debilita a la Revolución y prepara el zarpazo. Después vendrán los días de la vendetta oligarca, quien no arree banderas será perseguido, quien signifique peligro para la nueva infamia será acosado, quien reclame o proteste, será callado. Ya lo dijo el Che, la oligarquía tiene muy buen olfato para reconocer a sus enemigos, aplicarán política de choque. ¿Dónde se refugiarán los ilusos que piensan castrar al monstruo, darle rostro humano?

Hay que decirlo con claridad: la conciliación de clases, la convivencia con el capitalismo, es claudicación Socialista, y eso se paga caro. Allí está Chile todavía aplastada por los errores de una Revolución que se detuvo en su avance, que confió en la vocación “democrática” de los oligarcas, allí yace enterrada en una concertación que es cerrojo a la Revolución.

La Revolución, el Socialismo, sólo tiene un chance: profundizar, tomar medidas económicas y sobre todo ir con fuerza hacia la creación de la Conciencia Revolucionaria , sin ambages, sin confusiones, delimitando claramente al enemigo oligarca. No es posible hacer una Revolución con el permiso de los oligarcas, mucho menos con su colaboración. Capitalismo y Socialismo, explotados y explotadores, son enemigos irreconciliables. Tampoco hay capitalismo bueno, independientemente de su tamaño: toda propiedad no social es, por definición, enemiga del Socialismo.

¿Haremos lo que haya que hacer o las cuentas de San Pedro Alejandrino seguirán pendientes y la obra de Bolívar será nuevamente pospuesta? ¿Seguiremos persiguiendo quimeras, falsas metas, buscando la solución por los rincones, evadiendo la responsabilidad de los revolucionarios: hacer la Revolución ? ¿Cuál será la excusa para no avanzar? ¿Seguiremos la misma conducta del 23 de enero del 58 que nos condujo a medio siglo de oscuridad?

martes, 4 de diciembre de 2012

Proletariado y arte

Proletariado y arte


Anatoli V. Lunacharsky








[Tesis del informe a la Primera Conferencia de Organizaciones de Cultura Proletaria -Proletkult- de toda Rusia, 1918].


  1. El arte puede ser denominado universal en la medida en que todo lo valioso en las obras de siglos y pueblos es parte inalienable del tesoro de la cultura universal.
  2. A nadie, sin embargo, se le ocurre negar las diferencias obvias entre el arte de las distintas épocas y pueblos.
  3. Nosotros, los marxistas, sabemos que estas diferencias no se explican a través de conceptos imprecisos tales como el espíritu nacional, la época o el clima, sino por el régimen social, determinado, a su vez, por la correlación entre las clases.
  4. El arte es, o bien expresión pura de la ideología de tal o cual clase, o bien experimenta sobre sí las influencias cruzadas de varias clases; pero el análisis clasista de la obra de arte es el método más fructífero para su investigación.
  5. El arte de una misma clase no es siempre idéntico. Hay ejemplos clásicos de la evolución del arte de clase: gérmenes, período de aspiraciones, clasicismo, realismo, romanticismo de la desesperación, misticismo.
  6. A pesar de eso, todas las etapas de la evolución del arte de una clase dada están teñidas por la psicología de la clase en cuestión.
  7. Intento de caracterizar el futuro arte proletario partiendo de estos planteamientos.
  8. La independencia de la creación proletaria se expresa en su originalidad, en nada artificial, y presupone la familiarización con todos los frutos de la cultura anterior.
  9. La intelectualidad desempeña ya un cierto papel en el nacimiento del arte proletario por vía de la creación de una serie de obras de carácter transitorio.



 A. V. Lunarchasky, Sobre arte y literatura, Ed. Arte y Literatura, La Habana - Cuba, 1985.

lunes, 3 de diciembre de 2012

La izquierda abertzale y el movimiento popular vasco


La izquierda abertzale y el movimiento popular vasco




EXTRAÍDO DE BORROKAGARAIADA


El movimiento popular vasco es la respuesta que principalmente la clase trabajadora y la juventud vasca han dado a un entramado político, económico y social impuesto que no pone en manos del pueblo ni la gestión de sus recursos ni la dirección de sus vidas. Significa la organización del pueblo desde la base y de una forma verdaderamente democrática y horizontal, generalmente asamblearia, autogestionada y de acción directa entendida en su más amplia concepción.

El movimiento popular vasco se ganó sus galones principalmente fogueándose bajo la dictadura fascista española y se mantiene fuerte a día de hoy. Este movimiento popular es muy amplio, plural y prácticamente abarca todas las necesidades y demandas de la sociedad, desde la defensa e impulso de la cultura y lengua vasca, pasando por la auto-organización de la juventud, la ocupación de viviendas deshabitadas, la anti-represión, el feminismo, el ecologismo, la organización de fiestas populares e innumerables iniciativas en el ámbito económico y social. En definitiva, una miríada de actividades y proyectos que en todos los barrios, pueblos y ciudades vascas se llevan a cabo con mucho rigor, militancia de base y una amplísima participación social. Es muy difícil hacer una radiografía completa porque este movimiento es tremendamente rico y variado. A lo largo del tiempo ha sido una ingente fuente de contra-poder popular; desde la creación de las ikastolas (escuelas donde se aprende en vasco), la red de gaztetxes (casas ocupadas que son centro de actividad de la juventud), un espacio comunicativo independiente (radios libres, periódicos, etc)… es difícil abarcar en unas líneas todo lo que ha dado de sí y lo que tiene aún por dar, pero a modo de resumen podemos decir que el movimiento popular vasco es el hilo que mantiene en pie y hace real el sueño de la Euskal Herria nueva con la que soñamos frente a los que buscan su destrucción. Sin el movimiento popular vasco posiblemente el pueblo vasco ya no existiría. Para el movimiento de liberación nacional vasco y todos los que trabajan para que otro mundo sea posible el movimiento popular es fundamental. Afortunadamente amplias capas de la sociedad vasca también lo entienden así.”

Otra de las preguntas y enlazada con la anterior decía así, ¿Cuáles han sido las claves para la configuración y pervivencia de un movimiento popular tan vital? ¿Por qué no ha sido asimilado o minorizado?. A lo que de nuevo contesté de esta manera:

“El movimiento popular vasco es el mayor movimiento contestatario de Europa y no lo es por casualidad. Para entender la razón habría que acudir en un principio a la propia idiosincrasia vasca y su cultura ancestral circular. Desde una perspectiva histórica ancestral las tradiciones circulares como el Auzolan donde el pueblo en pleno de una manera solidaria y mediante la ayuda mutua llevaban a cabo tareas siendo esto la unidad básica de la organización político-económica autóctona de Euskal Herria, así como las Batzarres, asambleas soberanas de valle, que suponían una forma primigenia de acción directa mediante asambleas de pueblo surgidas anteriormente a las formas estatales de poder, podrían ser las primeras formas organizativas originarias de un proto-socialismo libertario vasco que están marcadas en el ADN social y se han mantenido a lo largo del tiempo, al igual que la lengua vasca, pese a innumerables factores en contra.

Obviamente eso no sería suficiente para contestar a la pregunta ni explicar este fenómeno. El conflicto y la tradición de pelea hace que se mantenga esa vitalidad. ¿Por qué son tan ágiles las focas? Posiblemente porque a lo largo de los milenios han tenido que enfrentarse a depredadores como el tiburón. De la misma manera se puede decir que el movimiento popular vasco ha alcanzado esa agilidad histórica porque se ha enfrentado a enemigos muy poderosos con mucha perseverancia y determinación. En última instancia la existencia de un conflicto nacional y social histórico, la existencia de organizaciones luchadoras revolucionarias con amplio historial y entrega, y por qué no decirlo, por la propia existencia de la izquierda abertzale que no ha dado la espalda al movimiento popular, lo ha alimentado constantemente e incluso desde las instituciones burguesas ha dado cobertura a este movimiento. Todo ello asegura la configuración del movimiento popular vasco, su pervivencia y la imposibilidad de que sea minorizado y asimilado. La represión ha sido la respuesta de los estados ante la imposibilidad de asimilación.”

Hoy, y debido a debates abiertos en el seno de la izquierda abertzale me gustaría añadir algo más relacionado al movimiento popular vasco desde mi propia experiencia personal. Una serie de conclusiones que lo largo de los años me han quedado medianamente claras.


  • Sin menospreciar a las personas que no se identifican plenamente con la izquierda abertzale y reconociendo en muchos casos su ingente labor en el movimiento popular, sin el impulso del MLNV no existiría movimiento popular vasco en prácticamente ninguna de sus expresiones.
  • Pese a que la mayoría del movimiento popular vasco tiene su autonomía, esta autonomía ha sido salvaguardada por el impulso del MLNV y principalmente por sectores revolucionarios. Especialmente a partir de la década de los 90. El movimiento popular no es algo sectorial pese a que esté compuesto de unidades sectoriales. En conjunto es algo estratégico.
  • La militancia revolucionaria del MLNV no ha sido mera comparsa en el movimiento popular, sino su dinamizador principal y eje vertebrador. Ese trabajo dinamizador en ningún caso ha supuesto un trabajo partidista ni dirigente, sino activador de la sociedad. Esa activación se ha hecho en parámetros estratégicos nacionales y sociales. Con instrumentos ya desaparecidos.
  • La unidad popular, ha sido, y como no podía ser de otra manera, un mero acompañamiento del movimiento popular. Imposibilitada para generar, sustentar y alimentar al movimiento popular. La unidad popular ha sido alimentada por el movimiento popular y no al revés. Lo cual es perfectamente lógico e imposible de revertir porque precisamente unidad popular significa eso; Receptor de los diferentes ámbitos de lucha. La unidad popular es fuerte si el movimiento juvenil, obrero, estudiantil, feminista,ecologista, cultural y popular es fuerte y no en sentido inverso.
  • El trabajo dinamizador en el movimiento popular requiere una planificación estratégica, una tipología de militancia y una actitud que no concuerda al completo con la unidad popular sino con los sectores de la juventud y de la clase trabajadora vasca más combativos. De lo contrario el movimiento popular se convierte en apéndices socialdemócratas, institucionales o profesionales no cumpliendo su función de ariete y rebasador de los límites del sistema.
  • Por la misma razón que es necesaria una organización juvenil, independentista , socialista y revolucionaria, entre otros motivos para generar, sustentar y alimentar al movimiento juvenil (que no es otra cosa más que el movimiento popular de la juventud), es necesaria una organización independentista , socialista y revolucionaria que genere, sustente y alimente al movimiento popular global. Esa función no la puede realizar la unidad popular por los motivos previamente alegados. De la misma manera que no puede cubrir la función de sindicato u otro tipo de necesidades orgánicas.
  • Por lo tanto, un debate paralelo pero a su vez complementario reside en que es necesaria una organización revolucionaria y socialista independiente pero partícipe de la unidad popular para por una parte mantener la llama histórica del socialismo revolucionario que es parte de la unidad popular aunque no lo es todo, ya que la unidad popular es plural, y para como ya se ha comentado antes generar, sustentar y alimentar al movimiento popular.
  • El debate sobre vanguardias es totalmente absurdo, porque ese rango lo otorga el pueblo y no se puede diseñar. Algo se convierte en vanguardia por su labor y no por su definición.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Memoria histórica de la construcción socialista

Por Manuel M. Navarrete



El progre vulgaris razona más o menos de la siguiente manera: todo lo que dicen los medios de comunicación sobre nuestras manifestaciones, sobre Palestina, sobre la reforma laboral, sobre la huelga general y sobre la banca es mentira, está lleno de manipulaciones y tendenciosamente falseado. Pero cuando estos medios de comunicación hablan sobre países socialistas, entonces dejan de ser empresas privadas con intereses capitalistas y pasan a ser los portadores de la verdad absoluta. Todo lo que digan, hasta lo más disparatado y surrealista, es real y no hay nada más que hablar.

El progre vulgaris sólo tiene memoria histórica para la derrota; jamás para la victoria. Cuando se trata de recordar aquellos países en los que se produjeron heroicas y masivas revoluciones sociales, se derrocó al poder de la burguesía y se inició, con todas las dificultades del mundo y más, la construcción socialista, entonces, misteriosamente, deja de haber una memoria alternativa que reivindicar, y basta con servirse de lo que nos ofrecen los medios convencionales, cuya versión, acríticamente aceptada como la verdad, nadie pone en duda.

Es prácticamente imposible no pensar que estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado, cuando vemos a la gente de izquierdas más preocupada por satanizar algo tan poco peligroso en la actualidad como “la burocracia soviética” que por denunciar la dictadura bancaria y burguesa que deteriora nuestras condiciones de vida actuales a pasos agigantados.

Si el problema fundamental de la humanidad es el de proporcionar a los oprimidos pan, trabajo, vivienda, educación y salud, entonces podemos afirmar literalmente que el socialismo realmente existente (¿cuál si no, el inexistente?) solucionó las problemáticas más acuciantes de nuestra especie, haciendo del planeta un lugar más justo, digno y esperanzador.

Soslayar los logros sociales de los países socialistas, o minimizarlos como si fueran “algo secundario”, es una falta de respeto para todos aquellos que dieron su vida para acabar con la explotación de la burguesía, para todos aquellos que hoy día mueren y matarían por acceder a los estándares de vida logrados en el campo socialista e incluso para nosotros mismos.

Los complejos inducidos son funcionales para el sistema, porque nos hacen renegar de todo aquello que realmente hace daño al sistema (véanse las terribles manipulaciones que han equiparado, en la conciencia de muchos compañeros, guerrilla con “terrorismo”, cuando este último, en realidad, sólo puede ser ejercido desde el Estado). Sí, debemos insistir: la URSS, la China Popular y Cuba le hacen más daño al sistema capitalista que miles de foros sociales, manifestaciones pacíficas (léase folklóricas) o “cuartas internacionales” obreras.

Reivindicar con orgullo los logros sociales de aquellos países que integraron el campo socialista es un ejercicio básico de memoria histórica que debería ser obligatorio para todos aquellos que luchamos contra el sistema, si queremos que todos aquellos que sufren sus efectos cobren conciencia de que existen alternativas reales.

No podemos ocultarle a quienes padecen los efectos de la especulación inmobiliaria que en la URSS de 1990 se pagaba el mismo alquiler por una vivienda que en 1928; el mismo pago por electricidad, calefacción y teléfono que en 1948; el mismo billete de metro que en 1932; lo mismo en productos alimenticios que en 1950.

No podemos ocultarle a un país como el nuestro, cuya esperanza de vida, dados los efectos catastróficos de la crisis capitalista, comienza a disminuir aceleradamente, que en la URSS la esperanza de vida era de 34 años en 1923 y sólo en las tres primeras décadas de revolución socialista se consiguió elevarla hasta los 70.

No podemos ocultar en un país que, como éste, niega los derechos nacionales más elementales que la URSS dio forma escrita a 48 lenguas que bajo el zarismo no la tenían; que en 1990 se editaban obras en 77 idiomas soviéticos.

El purismo ideológico y dogmático no puede llevarnos a negar la más elemental justicia analítica y el más básico rigor conceptual. Por ello, es imperativo reconocer los logros de la revolución socialista en una China Popular que, desde 1949 hasta 1976 (fecha de la muerte de Mao), duplicó su esperanza de vida: de 32 a 65 años. ¿A qué nos lleva ocultar que en 1970 Shangai tenía una tasa de mortalidad infantil menor que Nueva York? ¿Por qué deberíamos ocultar que la China de Mao formó a 1’3 millones de campesinos como médicos rurales para atender las necesidades sanitarias en el campo?

¿Y Cuba? ¿Qué adelantamos haciendo que nuestro pueblo trabajador ignore que Cuba erradicó el analfabetismo en 1961, en sólo 2 años de revolución? ¿O que ha erradicado la desnutrición infantil y exhibe la esperanza de vida más alta del llamado Tercer Mundo (78 años) y la tasa de mortalidad infantil más baja de América Latina (4’7 por cada mil nacidos vivos), incluso por debajo de la de EE UU?

¿Por qué no hablar a los trabajadores, con orgullo socialista, de programas cubanos como el “Yo sí puedo”, que ha liberado de analfabetismo varios países latinoamericanos (Venezuela, Nicaragua, Bolivia), o la “Operación Milagro”, que ha curado la vista de forma gratuita a más de 1’5 millones de personas de más de 20 nacionalidades empobrecidas? ¿Es mejor exportar invasiones militares y multinacionales saqueadoras, como hacen los EE UU?

¿Por qué no defender con orgullo la superioridad material y moral del socialismo, cuando en los países del Este, tras la restauración del capitalismo, el producto interior bruto y los bienes y servicios medios han disminuido en un 10%, en sólo una década, lo que supone una pérdida efectiva de un 40% de poder adquisitivo?

Si en la Rusia del año 2000 el PIB había caído un 33% en sólo una década de capitalismo; si en 1917 el PIB por habitante en la posterior zona URSS alcanzaba un 10% del de EE UU, y sin embargo en 1989 lo había superado en un 43% (a pesar de la devastación que supuso la invasión nazi-fascista); si hoy día, por culpa del capitalismo, la URSS ha retrocedido un siglo y su PIB por habitante vuelve a ser inferior al de EE UU… entonces, ¿por qué condenar a la Unión Soviética sigue siendo preceptivo y obligatorio para entrar en el club de los “bien pensantes” y obtener el derecho a ser escuchado en determinados círculos?

Si, en la URSS, gracias al socialismo el número de estudiantes a tiempo completo se multiplicó por seis; las camas de hospital casi por diez; los niños atendidos en guarderías, por 1.385; si el número de médicos por cada cien mil habitantes era de 205, comparado con los 170 en Italia y Austria, los 150 en EEUU, los 144 en la Alemania capitalista, los 110 en Gran Bretaña, Francia y Holanda y los 101 en Suecia (tan admirada por socialdemócratas y amigos del “capitalismo con rostro humano”); si la esperanza de vida se duplicó y la mortalidad infantil se redujo a una novena parte; si, en 1972, el número de médicos había aumentado desde 135.000 a 484.000 y el número de camas de hospital de 791.000 a 2.224.000, entonces, ¿cómo considerar que la sociedad burguesa es más humana que la sociedad socialista?

¿Por qué hacer énfasis únicamente en las imperfecciones y supuestos defectos de esta última, simplificando además la cuestión sin tener en cuenta ningún factor contextual o político?

Hay realidades innegables, cuya negación u ocultación constituyen un crimen. Bajo el socialismo, los equipos sociales eran sobresalientemente altos. Había una altísima seguridad social de base. El empleo a tiempo completo estaba garantizado para toda la vida. Muchos bienes de consumo y servicios básicos eran subsidiados. A nadie le faltaba alimentación, vestido o vivienda. El acceso a la sanidad y la educación eran gratuitos. La pensión estaba asegurada.

Eso por no hablar de las manipulaciones históricas. Lejos de ser una “contrarrevolución burocrática”, como algunos gustan de afirmar, los años 30 supusieron en la URSS una época de promoción técnica y política sin precedentes para millones de obreros y campesinos humildes, que tomaron en las manos su propio destino.

¿Significa esto que los países del campo socialista fueran perfectos o no deban criticarse? No. Lo que significa es que la crítica efectuada, por ejemplo, por el trotskismo es una crítica superficial y frívola, que tiene el terreno abonado en la demonización mediática del socialismo y que únicamente sirve para “echar balones fuera”, partiendo de una visión idealizada y antidialéctica de la realidad, como si el socialismo no sufriera contradicciones o problemas, sino que todo fuera únicamente “culpa de otros” (o, para concretar, de Stalin). Como si supusiéramos por ejemplo que, bajo Trotsky todo habría sido armonía y la colectivización y la lucha contra los terratenientes (o incluso la derrota del imperialismo nazi) habría podido llevarse a cabo sin ejercer ninguna violencia.

Por supuesto, esto no casa con el hecho de que Trotsky reprimiera con ferocidad la rebelión de Kronstadt en 1921, o propusiera militarizar los sindicatos y subordinarlos al Estado en el IX Congreso (1920) y reafirmar la dictadura del partido por encima de los soviets en el X Congreso (1921). Nada de eso importa, porque, más allá de la historia real, los bien pensantes necesitan una mitología simplificadora que le permita conectar con los prejuicios inducidos que padece la gente llana, reforzándolos y generando derrotismo. Un oportunismo que, por otra parte, tampoco les ha llevado a ninguna parte, como prueba el hecho de que no hayan encabezado ningún proceso revolucionario en toda la historia.

No seamos unilaterales. Es posible ser críticos desde el apoyo, sin incurrir en el personalismo y la superficialidad. Hay que hablar de los insuficientes canales de participación popular habilitados. De los insuficientes esfuerzos hechos para superar la contradicción entre el campo y la ciudad, así como para superar la contradicción entre trabajo manual e intelectual. Aún más grave: de las medidas de mercado implementadas en los años 50, que, como denunció el Che Guevara, generaron una crisis de conciencia e impidieron la construcción del hombre nuevo. De que todo esto llevó a que, en 1991, la URSS fuera destruida sin que las clases obrera y campesina dispararan un solo tiro para defenderla, lo que nos indica que la gente había dejado de creerse protagonista de la construcción socialista.

Se nos impone ser críticos sin ser insensatos, generar una memoria histórica de los oprimidos y reivindicar las experiencias sociales más avanzadas de la historia humana, recordando aquella cita de Lenin que venía a decirnos que un solo paso “realmente existente” de la clase obrera vale más que mil programas perfectos y refinados.